Parece algo casual, pero…
Estaba oyendo la canción de Arcade Fire, «Age of Anxiety I» del álbum WE, y he empezado a recordar algo de lo que esta sociedad actual nos aliena. Y es que tenemos una relación «personal» silenciosa con muchas personas.
Estas personas pueden incluso no pertenecer a tu entorno social más cercano. Puedes no pretender tener una conversación directa y desde luego puede no ser amistosamente real según los cánones de lo que se considera una relación personal. Se nos ha vendido que el logro de las redes de comunicación permiten tener una relación directa con otras personas en tiempos pretéritos inaccesibles. No existía de la manera sustanciada en nuestros días. Hoy día «podrías hablar» con celebridades, artistas, políticos, empresarios o incluso personas de altas responsabilidades sociales no tan presentes en los medios de comunicación, como son los científicos, por ejemplo. Antes no había posibilidad de conocer siquiera información curricular y mucho menos «comunicarte» con personas de otras esferas sociales.
Reconozco en retrospectiva que a lo largo de todo el desarrollo de estos últimos 30 años de la era de la información, Internet nos ha posibilitado inventos de relación personal muy atractivos, eficientes y satisfactorios. Nos ha ido modificando poco a poco la manera en la que interactuamos dentro de los grupos que tradicionalmente se han ido estableciendo en la civilización humana: las relaciones familiares y de amistad. También han ido estableciendo cambios en la manera de interactuar en organizaciones grupales de poder como son las jerarquías de control, empresarial, administración y política. Podría hacer una enumeración de muchas más. Las más cercanamente tribales, los grupos familiares y de amistad, son los de mi interés.
No voy a entrar a darle nombre fenomenológico a algo que nos está afectando ya de una manera patológica. Para eso están los eruditos. Yo no lo soy. NO LO PRETENDO. La situación me fuerza a tener que expresarme como he comentado en varios artículos anteriores.
En nuestra vida diaria actual, ocupamos la atención mental al «nuevo» contenido de lo que hemos llamado las aplicaciones de redes sociales.
Antes…
Este maravilloso invento de la comunicación que es Internet nos ha ofrecido una cantidad inmensa de posibilidades de desarrollo personal y colectivo. Algo ahora tan asumido en el uso cotidiano, tan sencillo hoy, ha sido uno de los grandes logros de la civilización humana. Como todos los logros humanos, el uso inicialmente canónico del invento dio lugar a otros usos en un principio tangenciales y poco importantes a los que no se les dio la relevancia adecuada. Posteriormente, cuando el uso cotidiano del invento empezó a desviarse de su propósito original, nos afligió la culpa colectiva de cómo fue posible que sucediera ese cambio en el uso diario y constante de una tecnología tan poderosa.
Cuando nacieron las aplicaciones de comunicación que conocemos como «redes sociales» ya existían previamente plataformas de comunicación en red prototípicas de lo que usamos hoy día. Al principio de las comunicaciones telemáticas se usaban una especie de repositorio de comunicación conocido como BBS (bulletin board systems), el correo electrónico, E-MAIL, y otro invento parecido llamado NEWSGROUPS de USENET. Estos son las formas primitivas de las redes sociales. Los más veteranos, como yo, sí hemos usado cuando éramos adolescentes estos grupos de news y por supuesto el email. No así los BBS, que eran algo anterior por ser muy cerradas, ya que las redes telemáticas no eran Internet y la interoperabilidad o no existía o no era posible. Pero los grupos de news de USENET sí los hemos usado los que pudimos, a principios y mediados de los 1990’s, toquetear Internet con esos módem telefónicos que actualmente nos parecen de juguete, en los que la velocidad se medía en baudios. Los usos de los grupos de news eran muy variados, pero eran un reflejo de las comunicaciones que se tenían en la vida real. En muchos casos estas personas tenían reuniones presenciales con participantes de los grupos de noticias en las que se comentaban los temas acontecidos en la plataforma. Incluso se acordaban formas de colaboración y comunicación como tradicionalmente se han pactado a lo largo de la civilización humana. Nada especialmente nuevo en la interacción social, si lo entendemos como una prolongación natural de los mismos hábitos comunicativos y sociales que la humanidad ha desarrollado durante siglos, aunque ahora mediados por la tecnología. Si acaso lo que permitía era tener la salvaguarda de la «memoria» porque todas las conversaciones y textos quedaban almacenados en el repositorio, anticipando así prácticas actuales como los historiales de chat, los archivos digitales o el scroll infinito que hoy damos por sentado. Esta visión nostálgica me asalta cada vez que vuelvo a ver la película «Mission: Imposible». Un Ethan Hunt que desesperado «bucea» por los repositorios de newsgroups durante horas con la esperanza de comunicar con su antagonista usando una herramienta que hoy concebimos de uso muy rudimentario.
El desarrollo de la tecnología permitió que Usenet terminara formando parte de Internet al adoptar la misma tecnología y protocolos técnicos de comunicación telemática. Por los tiempos en los que tuve contacto con los grupos de news en mi adolescencia, esa integración tecnológica se daba por hecha. Todos nos conectábamos a través de Internet. Pero muchos integrantes de aquellas comunidades nos avisaban de que era algo ya antiguo y que en poco tiempo nos íbamos a trasladar a los servidores de Internet tipo web, más novedosos, configurables, con mejor experiencia de usuario y atractivos visualmente. Las aplicaciones de foros permitirían que las comunidades usaran el navegador web del mismo modo que se usaba para ver otros sitios web.
Paralelamente a la explosión de los sitios web empresariales, ya fueran de función informativa o de comercio, hubo una explosión de creación de sitios web de comunidades. Se tejían relaciones sociales a través del propósito general de la creación del foro. Los servidores web tipo foro permitían organizar jerárquicamente los mensajes en forma de multihilos temáticos. La publicación de mensajes, conforme avanzaba la tecnología web, permitía el modo multimedia de texto, vídeo y audio. Estas comunidades de personas tenían políticas de interacción propias y en muchos casos eran jardines cerrados (walled gardens). Era necesario pasar un proceso de registro y alta en la comunidad. Podía ser muy estricto en algunos casos, o simplemente una forma de crear una identidad. En algunos foros, toda la actividad era pública; en otros, privada.
Paralelamente al mismo proceso evolutivo de creación de comunidades a través de foros, existían otros modos de interacción directa en tiempo real en formato texto: los canales de conversación instantánea como IRC (Internet Relay Chat). Era algo muy caótico. Como usuario era desconcertante: te conectabas a una «sala» o canal temático en el que todos interactuaban a la vez, en un flujo continuo de mensajes donde la estructura conversacional era difusa y caótica, las conversaciones eran a menudo inconexas. Mi experiencia era frustrante. No podías tener una conversación mínimamente estructurada. Además, como estos canales eran multiusuario, cualquiera podía romper el hilo de conversación. No era como en los foros, donde el hilo estaba moderado por la propia comunidad bajo ciertas reglas. En IRC, el caos era patente. Aunque había administradores, muchas veces el aburrimiento hacía que los alborotadores se marcharan, y todo volvía a la normalidad. En otros casos, los administradores bloqueaban el acceso a ciertos usuarios o nicks.
Con ICQ («I seek you») el chat cambió la experiencia. Podíamos tener conversaciones privadas, algo que marcaba una diferencia radical con respecto a la naturaleza abierta y pública del IRC, donde todo lo que decías era visible para todos los presentes en el canal. Era el prototipo de la mensajería instantánea que hoy conocemos. En general no ha cambiado mucho. Tenías una lista de contactos con nombres anónimos o nicknames, a los que podías enviar mensajes. ¿Y cómo conseguías esos contactos? Había que trabajárselos. A diferencia de hoy, donde agregar a alguien en una red social puede reducirse a un clic, entonces era necesario invertir tiempo y esfuerzo en identificar personas afines, establecer una primera interacción y mantener una comunicación sostenida. Esa labor daba más valor a cada contacto establecido. Si no pertenecías a una comunidad con quedadas presenciales, tenías que usar los canales públicos. A través de IRC, accesible desde ICQ, podías ir recopilando contactos.
ICQ era muy conocido entre quienes ya teníamos una trayectoria de uso de Internet. Con el auge de los servicios de acceso comercial, aparecieron servicios de mensajería instantánea integrados en las ofertas de los proveedores (ISP) o de las grandes empresas tecnológicas que hoy conocemos como Techs, con servidores propios de email, mensajería, etc. En España no hubo ofertas tan integrales. Pero en EE. UU., America Online (AOL) fue un gigante que lo ofrecía todo. Si alguna vez ves la película con Meg Ryan y Tom Hanks —»Tienes un e-mail»— podrás ver cómo era esa experiencia de usuario. Era completa. Pero la vida cotidiana no permitía entonces la interacción continua: no había conexión permanente. Usar mensajería instantánea requería que ambas personas estuvieran delante del ordenador al mismo tiempo. La notificación de que un contacto estaba «online» era un momento emocionante. En esencia, era como una llamada telefónica, pero en texto, y con una carga emocional inesperada: la emoción de ver aparecer a alguien conectado, de iniciar una conversación y de construir vínculos en tiempo real con personas que, de otro modo, jamás habrías conocido.
por aquí más o menos estaba escribiendo el día 29 de abril de 2025. El gran apagón de energía eléctrica nos dejó a toda la Península Ibérica sin tensión eléctrica. Este invento tan relevante en nuestras vidas dejó de funcionar. Y todo todo volvió a casi un siglo antes. Pero esto lo contaré mejor en otro artículo.
El email, los servicios de foros y la mensajería instantánea, llegaron para quedarse. En los 2000 las redes sociales como jardines cerrados corporativos todavía no habían hecho su explosión. Existían, claro, como concepto y como aplicaciones reales. My Space, Facebook y Twitter estaban ya dando sus primeros pasos cuando surgió un cambio de paradigma tecnológico que transformaría y elevaría la ansiedad de las personas «on line» a unos niveles insospechados.
La irrupción de las mejoras de conectividad a internet fueron cambiando la percepción del estado «on line» de los usuarios.
Los modem telefónicos analógicos y los RDSI dieron lugar a las conexiones telemáticas tipo DSL. En España fue muy popular el sabor ADSL. Este se instauró como la manera de aprovechar la red telefónica de cobre ya establecida para dar acceso de bancha ancha de internet a finales de los 1990’s y primera década de los 2000. En mi caso la primera conexión a internet siempre activa que contraté fue de cable coaxial a Madritel, un operador de redes telemáticas de servicios integrales de voz, televisión e internet. Esta empresa hizo un tendido de red mixta de fibra óptica general y de cable coaxial a las casas que ofrecía conexiones simétricas para el hogar imposibles con el ADSL que ofertaba el operador dominante del mercado de las telecomunicaciones en España. Era un lujo para aquella época poder tener el portento de conexión a 200kbps simétricos mediante un cablemodem siempre activo.
Poder estar en modo «on line» permanente casi era posible teniendo el ordenador y el cablemodem todo el día encendido. Esto modificaba nuestra percepción del tiempo y de la disponibilidad personal: la conexión constante podía interpretarse como una forma de libertad tecnológica, pero también como el inicio de una dependencia invisible que transformaba la manera en que nos relacionábamos con nuestro entorno y con nosotros mismos. Pero una persona no estaba todo el día en el mismo sitio en casa. Teníamos la necesidad de desplazarnos, al trabajo, estar con la familia o tener vida social. Aún así se nos consideraba internautas. Una denominación hoy en desuso, casi arqueológica.
En esos años de internet siempre conectado, los internautas más intensivos empezaron a tener problemas de enclaustramiento por la necesidad del uso continuo de las aplicaciones prototípicas de lo que luego fueron posteriormente las redes sociales que usamos de manera habitual en menor o mayor medida hoy día.
Las redes de telefonía móvil empezaron a proveer con la conexión de datos el acceso a internet. Y en ese momento, el uso de los dispositivos móviles inteligentes el modo «on line» de los usuarios de telefonía móvil empezó a ser también permanente y activo.
El modo «on line» siempre activo del internauta típico fue posible después de muchos años de conectividad a internet. Con la llegada de los dispositivos móviles «inteligentes» la denominación de internauta pasó a ser algo anacrónico y el desuso fue abrupto. Siempre estuvo ligado al uso del internet libre de etiquetados, perfilados, fuera de los jardines cerrados, el uso especializado de ordenadores y toda su parafernalia de conectividad. Los dispositivos móviles inteligentes acercaron el uso de los servicios de internet al usuario no especializado, entendido como aquel que no poseía conocimientos técnicos avanzados ni experiencia previa en entornos informáticos. Esto transformó radicalmente la relación con la tecnología digital, al eliminar muchas barreras de entrada y permitir que el acceso, la participación y la producción de contenido digital multimedia se hicieran universales y cotidianos. Todos éramos internautas. Ya no era un grupo social en minoría.
Ya todo el mundo podía estar en modo «on line”.